martes, 7 de septiembre de 2010

MÉTODOS DE TRABAJO

Edith Wharton escribía en la cama hasta el mediodía, arrojando las páginas sobre el piso para que un secretario las recogiera y las transcribiera.

Victor Hugo escribía desnudo a veces, luego de darle la ropa a su valet y decirle que no se la regresara hasta que no hubiera terminado la tarea.

Ernest Hemingway al final de su vida escribía de pie ante un escritorio portátil (igual que Fernando Pessoa, aunque éste en un atril), con un lápiz en una mano y un trago en la otra.

Thomas Wolfe, que medía dos metros uno, usaba de escritorio la parte de arriba de su refrigerador.

Demóstenes construía sus oraciones luego de rasurarse media cabeza de modo que le diera mucha vergüenza mostrarse en público.

Jackson Pollock mudó su estudio de pintor de la recámara al granero, donde podía pintar sus lienzos cada vez más grandes desplegados sobre el piso.

Wolfgang Amadeus Mozart componía en la cama de las 7 a las 10 a. m., daba clases durante el día y asistía a conciertos, luego volvía a componer de noche.

Friedrich Schiller descorría las cortinas rojas de su estudio, ocasionalmente metía los pies en agua helada, y tenía manzanas podridas en su escritorio para olerlas mientras trabajaba.

John Keats se levantaba temprano, se bañaba, se ponía una camisa limpia como si fuera a salir, y luego se sentaba a escribir.

Henrik Ibsen se sentaba en su escritorio con un retrato al óleo de August Strindberg viéndolo, de modo que su paisano y “mortal enemigo” pudiera “estar ahí suspenso, mirando” mientras él escribía.

Emily Dickinson construía poemas en la cabeza mientras hacía cosas del diario como arreglar la despensa, luego los escribía en su cuarto a la luz de una vela.

John Cheever se ponía corbata y abrigo, tomaba el elevador rumbo al sótano del edificio de su departamento, ahí se desvestía hasta quedarse en calzones, y escribía la mayor parte de la mañana.

Wallace Stevens construía poemas en su cabeza mientras caminaba a su trabajo en la Compañía Hartford de Accidentes e Indemnizaciones.

Fuente: Lapham’s Quarterly, Arts & Letters, primavera 2010.

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